Trilogía el Sol del reino Godo

El Sol del Reino Godo nace de la investigación histórica de determinadas fuentes que nos acercan a los pueblos del Norte de España en los primeros siglos de nuestra era.  A la vez  son una serie de novelas fantásticas, unidas por un elemento mágico: la copa de poder y de verdad, que concuerda con el Grial que actualmente está en Valencia pero durante toda la Edad Media se conservó en el Pirineo.  Por último, las novelas recorren la época en la que los godos rigieron a los pueblos ibéricos, generando una época de unidad en la Península.

La génesis de la trilogía está relacionada con el celtismo y la cultura  de los castros. Quizá la serie de novelas comenzó en el castro de Coaña. En sus calles angostas y milenarias, imaginé a las gentes que allí moraron, más de dos mil años atrás.  Fue después cuando las primeras frases de “La Reina sin Nombre”: – Bajo una luna celta, las sombras de los árboles… – brotaron como un torrente del que nació toda la serie visigoda, cuando apareció la figura de una niña rubia de padres conocidos oculta entre los bosques de Vindión, en las estribaciones de la cordillera cantábrica.  Sin embargo, la idea que vi en aquel castro era previa incluso a la aparición de las primeras frases o a imaginarme el personaje de Jana en la novela.

Al principio, yo no sabía quién era ella, Jana, pero poco a poco su historia se desarrolló, y enlazó con el mundo visigodo.  ¿Porqué los visigodos?  Un motivo trivial es porque me apellido Gudín, en tiempos Godín, yo soy quizá de origen godo.  Por otro lado, la epopeya histórica de los godos es apasionante, recorrieron toda Europa, desde las tierras bálticas hasta al fin asentarse en la Península Ibérica.  Los datos sobre los visigodos son escasos pero existen. Son pinceladas en la historia que permiten al novelista adivinar unos hechos, no por desconocidos, menos apasionantes. De entre todas las historias del mundo godo, la de Hermenegildo y Recaredo, hermanos y enemigos en una guerra civil, me atrajo desde muchos años atrás.

La Reina sin Nombre

En “La Reina sin Nombre” nacen Hermenegildo y Recaredo, “Los Hijos de un Rey Godo”; sin embargo, desde que comencé a escribirla, me di cuenta de que  la historia de ambos hermanos debía estar engarzada en la situación real de la época: visigodos e hispanorromanos, bizantinos y pueblos celtas. Una época en la que se produce la unión de todos los pueblos de la península bajo la hegemonía de un rey, Swinthila.

Hijos de un Rey Godo

“Hijos de un Rey Godo” es una historia compleja, con una amistad fraternal de fondo, y con el ansia de poder representada por la copa que es asimismo, la piedra de toque del comportamiento de los personajes. Es una novela con multitud de historias que se entrecruzan.  En “Hijos de un Rey Godo” conocemos a Isidoro y a Leandro, a Florentina y a Baddo. De todos los personajes de esta novela, me quedo con Hermenegildo, un hombre que todo lo pierde pero que es siempre fiel a sí mismo.

El Astro Nocturno

“El Astro Nocturno” enlaza con las novelas anteriores en la copa de poder, y en esa contraposición de Norte Sur característica de toda la serie.  Si habíamos  iniciado una serie de novelas acerca de los godos, había que acabarla con la invasión y destrucción del reino visigodo en menos de tres años.

Siempre me atrajo la teoría – nunca del todo verificada – que Tarik, el conquistador de Hispania, procedía de un origen godo. Los personajes en los que se mezclan las razas suelen catalizar mundos diversos. De ahí, el personaje de Atanarik, un individuo de origen godo y bereber, que herido por el desprecio y una acusación injusta es capaz de aunar a las tribus del norte de Africa para conquistar la Hispania Goda.

La resistencia del caído reino visigodo en las montañas cántabras y pirenaicas me pareció un tema apasionante. La figura de Belay como dirigente que mantiene la herencia recibida de siglos pasados frente al poder islámico, tenía que enlazar de algún modo con Jana y Aster, los iniciadores de toda la trilogía.

Siempre he pensado que queda una historia pendiente, lo ocurrido en esos ochenta años desde la caída de Swinthila hasta los días finales de Rodrigo… Quizá un día me decida a escribirla, y entonces no hablaremos ya de la Trilogía Goda, sino de una serie de cuatro novelas en las que se ha compendiado lo que sabemos del reino visigodo.