La casa misteriosa

¿Habéis vivido alguna vez en una casa vieja con vigas y suelos de madera?  Por las noches crujen las paredes y llega a parecer que hay duendes, o fantasmas que arrastran cadenas.  En ese tipo de viviendas abundan los ratones y sus correteos parecen pasos humanos. Si esa casa está en el norte o cerca de la costa, las brumas contribuyen a la sensación de misterio.

Cuando era niña, yo viví en una casa de ese tipo, y sentía miedo. Me arrebujaba bajo los cobertores, intentando no escuchar aquellos pequeños ruidos que me asustaban tanto.

Quizá eso fue lo que me llevó a escribir la historia de Len y Piers, dos niños que crecen juntos en un ambiente misterioso, lleno de niebla y humedad. Escucha lo que cuenta Len, a mí alguna vez me pasó lo mismo siendo niña. ¿Te ha ocurrido esto alguna vez?

“Hacia la medianoche me desperté debido a un intenso malestar. Había comido demasiado, el estómago me ardía y sentía nauseas, que se incrementaron al incorporarme. Me levanté a beber agua de una jofaina. Inmediatamente, retorné a la cama, deseosa de meterme entre los cobertores; fuera de ellos, el frío me hacía temblar. Despierta por el dolor, oía ruidos fuera en el bosque, y también dentro de la casa… crujidos y rumor de pasos. Me arrebujé bajo las mantas, con miedo, y al cabo de poco me quedé dormida de nuevo.”

Todos aquellos ruidos hacían que por el lugar corriesen historias de que en la mansión de los Leigh había fantasmas.

“…nos habían asustado contándonos historias de que allí, por la noche, se escuchaban todo tipo de ruidos, gemidos, palabras susurrantes que atravesaban el ambiente. Se decía también que, más abajo aún, en las profundidades de la mansión de los Leigh, en tiempos de la Reforma, se había torturado y ejecutado a los frailes de una abadía contigua a la casa, de la que ahora sólo quedaban ruinas. Por ello, algunas noches, sobre todo las de luna llena, sus almas en pena se paseaban buscando venganza. Tras escuchar alguna de estas historias, Piers y yo no dudábamos que los sótanos de Oak Park estaban habitados por espectros. Me aterrorizaba la idea de bajar hasta allí, y a él le ocurría algo semejante, por mucho que se hiciera el valiente.”

Los niños temían esos ruidos, esos susurros, y los pasos en los sótanos. Por eso, cuando correteaban por aquellas tierras brumosas, desahogaban sus miedos.

“—Creo que es cierto que en Oak Park hay fantasmas.
—¿Por qué lo dices?
—Hace unas semanas me desperté con hambre, bajé a las cocinas y oí ruidos extraños… Abajo, en las mazmorras. —Llamábamos así a los sótanos que había bajo las cocinas.
Creo que palidecí y me puse muy nerviosa. Por una vez traté de ser valiente.
—Aunque los hubiera, no habría que tenerles miedo. Mi madre me decía siempre que hay que temer a los vivos, no a los muertos.
—A estos difuntos, sí hay que temerlos —dijo él, y añadió con una burlesca voz tenebrosa—: Son los espíritus de los monjes asesinados en las mazmorras en tiempos de la reina Isabel.
—¡Estás loco!
—¡No lo estoy!
Pero yo sabía que él también tenía miedo.

Pero… y si…  ¿los  ruidos fuesen reales?  Si realmente… ¿en el fondo de los corredores, sótanos y mazmorras de la antigua casa se ocultase un misterio que nada tenía que ver con fantasmas?

Encuentra en Mar abierta el secreto de Oak Park, la mansión de los Leigh.